
Por Pascual Serrano
Si la llegada de internet ha
supuesto la eliminación de todas la barreras para publicar, la irrupción de las
redes sociales ha supuesto el fin del oligopolio de los medios. Incluso el
concepto de medio de comunicación ha desaparecido, las informaciones ya no
forman parte de un bloque ofrecido por un medio, sino que se accede a ellas de
un modo individualizado sin pasar por portada alguna. Ya muchos directivos de
medios reconocen que su página de inicio en el navegador no es la portada de
ningún medio sino Twitter. Estas dos cuestiones, acceso libre a la publicación
y difusión viral de los contenidos a través de las redes en lugar de mediante la
portada del medio nos han llevado a pensar que la comunicación es más
democrática y más igualitaria. Sin embargo, este nuevo panorama contiene
trampas que vuelven, una vez más, de dividir a la ciudadanía entre informados y
desinformados. "La desigualdad no es disminuida, sino intensificada en las
redes sociales", dicen los expertos
El primer problema que
encontramos es que la falta de rigor ha terminado tomando la red y, en especial
las redes sociales. Eso no resulta mayor problema para el ciudadano formado,
que sabe elegir las fuentes y contrastar las informaciones, pero sí está generando
grandes masas de población que, como señaló Manuel Castells, está viviendo en
un torbellino informativo que primero fue de excesiva información y ahora ya
está dominado por el rumor distorsionado o directamente falso. De modo que,
paradójicamente, la supuesta igualdad que aparentemente nos proporcionaba esta
nueva situación está generando mayores desigualdades, según muestra un grupo de
investigadores de la Universidad de Londres alerta sobre el aumento de la
desigualdad. En opinión del especialista en comunicación con las nuevas
tecnologías Juan Varela, "contrariamente a la imagen de internet como
fuerza democratizadora e igualitaria, sólo los más educados emplean su actitud
crítica y el hábito de contrastar información". Los investigadores londinenses
llegan a la conclusión de que "la desigualdad no es disminuida, sino
intensificada en las redes sociales modernas. Nuestra investigación sugiere que
las redes sociales de medios han efectivamente magnificado la disparidad entre
la calidad de la información a la cual diferentes grupos sociales pueden tener
acceso".
Las redes sociales han
encumbrado el rumor a la categoría de noticia, incluso hasta contaminar a los
grandes medios, que nunca se caracterizaron por el rigor, y menos ahora ante
esa sugerente fuente informativa totalmente gratuita que son las redes. El
editor del medio digital Counterpunch, Patrick Cockburn, señalaba los casos en
los que algunas televisiones de prestigio han ilustrado sus noticias con
imágenes tomadas de Youtube o de internet y que resultó que no se ajustaban ni
al lugar ni al acontecimiento del que informaban son frecuentes desde hace años.
La responsabilidad de los medios es absoluta porque, en muchas ocasiones, son
ellos mismos los que piden a sus audiencias que les envíen imágenes o
testimonios, sin que en las redacciones contrasten ninguna de esas
informaciones y terminan relatando fosas comunes de personas que resultaron ser
de animales o masacres con versiones totalmente opuestas sobre las autorías.
Ante las dificultades para los periodistas que suponen algunos conflictos
bélicos o determinados regímenes opresores, la posibilidad de resolver los
informativos con testimonios de Twitter o imágenes de Facebook o Youtube, por
poco contrastadas que estén, es una tentación en la que caen hasta los más
grandes. Se limitan a precisar que, ese vídeo o ese testimonio procede de
determinada red social para así eximirse de responsabilidad sobre su origen, a
pesar de que, en la mayoría de las ocasiones, no se tiene constancia ni se ha
comprobado quién está detrás de esa red ni en qué lugar se encuentra:
Los pocos testimonios de la
revuelta en las calles de la capital vinieron de la red social Twitter. Muchos
teléfonos no funcionaban y solo los mensajes desde algunas cuentas de la red
social, como la de Movimiento Juvenil Libio, servían para hacerse una idea de
lo que estaba pasando. 'Los médicos que tratan de ayudar a los heridos son
golpeados por las fuerzas de Gadafi', señalaba uno de esos mensajes
Recordemos el caso del blog
de una lesbiana siria (A gay girl in Damascus) que respondía al nombre de Amina
Araf, y que estuvo funcionando con gran éxito de audiencia durante cuatro meses
de 2011 denunciando el régimen de represión de Bachar el Asad contra la
homosexualidad. En junio de ese año, un post escrito supuestamente por una
prima de la bloguera informaba de que ésta había sido arrestada por tres
hombres de unos 20 años. Finalmente se supo que ni la bloguera ni la prima
existían, todo lo escribía desde su país un varón estadounidense casado que no
tenía ninguna relación con Siria. En junio de 2012, tras el fin de la Eurocopa
de Fútbol un tipo puso en su blog que la estrella de la selección de Portugal y
del Real Madrid, Cristiano Ronaldo, perdió el avión en el que voló su equipo
desde la ciudad ucraniana de Donetsk a Lisboa por ir a comprar un bollo en la
terminal internacional del recinto. La noticia fue reproducida sin mayores
contrastes ni confirmaciones por las redes sociales, después por la agencia Efe
y finalmente por la mayoría de los medios. Si se hubieran molestado en
investigarlo habrían descubierto que el avión no partió de Donetsk, sino de
Poznan, y que Cristiano Ronaldo iba en ese vuelo como todos sus compañeros.
Como afirmó El Roto en una de sus magníficas viñetas, "lo malo de esta
edad de oro de la comunicación y la información es que no hay manera de saber
lo que pasa"
Los grupos sociales que
estén habituados a contrastar o buscar las fuentes originales encontrarán todo
tipo de falsedades, incluidas la suplantación de personajes con prestigio. Por
la red circulan regularmente escritos supuestamente firmados por autores
reconocidos que son falsos, como la carta del escritor José Luis Sampedro a
Mariano Rajoy llamándole hijo de puta que se difundió en mayo de 2012. El
escritor tuvo que publicar un desmentido en su página personal, la primera web
que difundió la falsa carta la retiró y pidió perdón, pero el escrito ya estaba
circulando por muchos portales y redes sociales y así continúa.
Recurrir a la fuente de una
red social para informarnos es como si hace diez años un periodista escribiese
"oí en un bar", con la diferencia de que en este segundo caso si bien
la fuente no está identificada sí lo está su origen geográfico. El comentario de
Twitter es todavía más impreciso porque no se sabe quién lo dice ni dónde está
su autor. La verdad es que la inseguridad informativa se multiplica con la
llegada de internet. Comunicados de organizaciones políticas cuya autoría no
está confirmada, blogs de individuos que se supone que están en un lugar pero
de los que no hay ninguna referencia, textos apócrifos de grandes escritores
circulando y llegando a nuestro buzón de correo. En el estudio de la
Universidad de Londres, los investigadores descubrieron que cerca de un 70% de
los detalles de la información original se perdió tras las primeras seis
transmisiones.
Las difusiones virales
también incluyen campañas de envíos masivos de correos y su distribución a
través de las redes que en algunas ocasiones son reflexiones, reivindicaciones
o denuncias de movilizaciones de años atrás. Todavía en 2012 sigue circulando
una campaña en la que se pide a los internautas que suscriban un manifiesto
("¡No al préstamo de pago en las bibliotecas!") pidiendo a los diputados
que voten en contra de la implantación de un canon, destinado a autores y
editores, por cada préstamo de libro en las bibliotecas públicas. Esa
legislación —incluyendo el canon— se aprobó en 2007, no pagamos porque el coste
lo han asumido las administraciones en lugar de cobrarlo al lector, pero está
totalmente en vigor, no hay que pedir a ningún diputado que vote en contra
porque ya se votó.
En 2012 siguen enviándose
correos de una campaña sobre la "Ley de Reforma del Congreso de 2011
(enmienda de la Constitución de España)" (sic). El documento presenta
siete puntos referentes a las condiciones laborales de los diputados y exige
que se limiten sus retribuciones al tiempo en que ostentan el cargo, que su
sistema de jubilación sea el régimen vigente de la Seguridad Social sin ningún
privilegio, que "dejen de votar su propio aumento de salario", que
tengan el mismo sistema de salud que el resto de españoles y que no puedan
ejercer su cargo durante más de dos mandatos. Al final se decía: "Si cada
persona pasa este mensaje a un mínimo de veinte personas, en tres días la
mayoría de los españoles lo habrá recibido. La hora para esta enmienda a la
Constitución es AHORA. ES ASÍ COMO PUEDES CONTRIBUIR A ARREGLAR EL CONGRESO DE
LOS DIPUTADOS. Si estás de acuerdo con lo expuesto, reenvíalo. De lo contrario,
bórralo".
La campaña era absurda
porque no existía ni estaba en trámite ninguna Ley de Reforma del Congreso ni
reforma constitucional, y menos en 2012 si la llamaba Ley de Reforma del
Congreso 2011. Lo que planteaban eran asuntos que correspondían a diferentes
ámbitos legislativos, desde el reglamento del Congreso a la Constitución, pero
que no formaban parte de ninguna agenda de reformas propuesta por ninguna
institución, partido o grupo parlamentario. Y, sobre todo, ¿cuál es el objetivo
de enviarlo a veinte personas si no se define qué legislación se quiere
reformar ni a qué autoridad se propone que tome la iniciativa ni se le hace
llegar? Una vez más estábamos ante un fenómeno de difusión viral estéril que
hace creer a quienes colaboran en él que están conociendo la situación política
de su país y siendo ciudadanos activos y comprometidos, pero sólo son usuarios
informáticos rebotando correos electrónicos absurdos y promoviendo que lo sigan
haciendo muchos más.
La eliminación de todo tipo
de barreras para publicar en internet comenzó interpretándose como una
bendición, pero, cada vez más, nos debemos plantear si no está siendo lo
contrario: regalar la red con todas sus posibilidades a la desinformación, la
suplantación, el ruido y la paja informativa, el cotilleo... "Internet es
un basural lleno de joyas", dijo el que fuera presidente de la agencia
Efe, Álex Grijelmo. Y añadía: "Para navegar por su ciberespacio no
necesitaremos tanto la habilidad del manejo informático como la habilidad del
discernimiento". En la medida en que existe un sector social más
vulnerable a tragarse la "basura" y otro, más formado y entrenado en
la búsqueda de información fiable, que sabe filtrar lo valioso de lo falso y
banal, el mito de la igualdad en internet se derrumba.
Los ritmos de las redes
sociales y la recién nacida potestad de convertirnos a todos en difusores de
contenidos propios o ajenos ha desembocado en una pulsión por expandir
información que nos llega a ocupar más tiempo que en atender nosotros mismos
esta misma información. ¿Cuántas personas se dedican a retuitear, reenviar
correos o marcar como "me gusta" informaciones que no han leído ni
van a leer pero la simpatía por el autor o su aprobación del titular le han
bastado para reenviar o votar? Yo mismo he comprobado, después de enviar un
tuit sugiriendo el enlace desde el que se podía ver en directo, a través de
streaming, el desarrollo de una manifestación de parados en Madrid, que seguía
retuiteándose horas después de que la manifestación hubiese terminado y, por
tanto, no había nada que ver en el enlace. Cualquiera puede hacer la prueba de
enviar un tuit con un enlace erróneo y observar que, a pesar de ello, no falta
quien lo retuitee. Al final colaboramos en crear un universo donde todos nos
dedicamos a proponer lecturas que nadie lee. "Estamos experimentando lo
opuesto a la trayectoria que seguimos a principios de la civilización: estamos
evolucionando de ser cultivadores de conocimiento personal a cazadores recolectores
en un bosque de datos electrónicos".
El fenómeno que se ha
llamado "difusión viral", a través de redes sociales o envíos masivos
de correos electrónicos, termina provocando alteraciones en la relevancia de
las informaciones. Un ejemplo curioso es que en algunas ocasiones esas campañas
de difusión han logrado que en diarios como El País salte como noticia más
leída alguna de hace seis años que ya no tenía ninguna actualidad. Sucedió el
30 de noviembre de 2011 y se mantuvo como más leída durante tres días una
noticia de 2005: "El PP lleva un experto al Senado que afirma que ser gay
es una enfermedad", una información que ya no tenía valor después de tanto
tiempo. Ya había sucedido algo similar con otros textos de más de un año de
antigüedad. Lo ocurrido es que seis años después, sin pararse a pensar que la
noticia era antigua y ya no tenía ningún interés, miles de internautas
empezaron a recomendarla o retuitearla, y eso hizo que se colocara entre las
noticias más vistas del día en elpais.com. Según la información que facilitó la
defensora del lector de El País[10], las redes sociales aportaron el 65% del
tráfico y el restante 35% procedió de la propia web del diario a partir de la
aparición de la noticia en el recuadro de "lo más visto". De este
modo, una noticia que en su momento tuvo 2.552 visitas, varios años después, en
una segunda y fulgurante vida, llegó a tener 312.000 visitas y 124.000
recomendaciones en Facebook. Lo que se suponía que era participación ciudadana
se convirtió sencillamente en un elemento de desinformación que se limitó a
desempolvar una noticia vieja de un gran medio que no era desconocida ni procedía
de una fuente alternativa.
La conclusión es evidente.
Las redes sociales pueden ser de gran valor para difundir y acceder a la información
sin depender del oligopolio de los grandes medios de comunicación. Es una
oportunidad para la participación y la movilización ciudadana. Pero requieren
de una educación y una formación previa, de una capacitación que solo la
colaboración física en los movimientos sociales y unos conocimientos de la
realidad pueden garantizar que esta oportunidad sea aprovechable. De otro modo,
las redes sociales, como tantos otros recursos, volverán a utilizarse y
aprovecharse de forma dispar por los grupos sociales. La gente que se
desenvuelva con fuentes y contactos valiosos mejorará su nivel de información,
pero los que no seleccionen se verán arrojados al tumulto desinformativo y,
curiosamente, un formato con vocación igualitaria terminará provocando más
desigualdad. Como resultado se crearán grandes colectivos desinformados,
perdidos en el murmullo y el rumor. Se habrá perdido una gran oportunidad para
mejorar el acceso al conocimiento y a la información.
YVKE Mundial/Público.es
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