Por: CARLOS G. LEBRÚN ARVELO
La historia nos la contaron distorsionada. Hoy la vivimos
en un torrente de energía que emanó de un ADN barinés, el cual contiene un
código de instrucciones precisas para la construcción de un país sano y
pletórico de felicidad, basado en hechos sociales concretos.
Una de esas instrucciones es el ejecútese de la Ley
Habilitante aprobada por la Asamblea Nacional, en la cual el presidente
Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros,
legislará jurídicamente para acabar con la vagabundería de aquellos empresarios
y comerciantes (sanguijuelas) que se han alimentado por medio de la usura y la
especulación de un pueblo noble y sincero, el cual ha sido mancillado por sus
enfermizos vicios, hasta extraerle el último aliento de su vida.
Llegó el momento de adecentar nuestra economía, la cual
es vulnerada por antipatriotas y poner en su justa dimensión los precios, a
efecto de que el poder adquisitivo del venezolano esté acorde con sus ingresos.
Se debe tener mano de hierro con los especuladores y
definitivamente hacerle entender a los empresarios y comerciantes que el techo
ganancial es un hecho y que sus groseros beneficios serán sepultados a corto plazo
y reintegrados al pueblo que es el único perjudicado.
A los corruptos de oficio, tanto públicos como privados,
debe caerle todo el peso de la ley porque son una escoria mundana y mediocre,
que logran sus objetivos personales asaltando la cosa pública y mostrándose
como mansos corderos ante sus semejantes. Hipócritas, no tienen vergüenza.
Adelante Nicolás, la mirada del Comandante se multiplicó
y está vigilante en cada rincón de nuestra Patria, para que sigamos teniendo un
país digno, culto y con moral bolivariana, robinsoniana y chavista.
Los entuertos del pasado se definen en la actualidad y el
socialismo es la única fórmula para deshacerlos.
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