"Los
pueblos y culturas indígenas constituyen lo más originario, lo más antiguo, lo
más constante y específico del país y del continente en todo su devenir
histórico" Placa
de Guaicaipuro en el Panteón Nacional. 2001)
“…Se
trata de reconocernos e identificarnos en nuestra diversidad cultural y humana,
lo cual comporta un proceso de auto descubrimiento, de conocer y comprender
producto de qué somos…”
La historia universal
decretó el 12 de octubre de 1492 como el día en que se descubrió el continente
americano. Como si antes de ese momento no existiera la inmensa fracción de
tierra al otro lado del mundo, con sus montañas, ríos, llanuras, hielos, fauna
y flora, pero, sobre todo, con su componente humano puro, nativo.
Como si antes de ser
avistada por aquel grupo de expedicionarios no fuera continente, no fuera
América, con cualquier otro nombre pero con toda su esencia.
Desde todo punto de vista
se equivocaron. Porque además de no haber descubierto nada, la revelación que
tuvo lugar en aquel entonces resultó por completo errónea, creyéndose que el
territorio que se alzaba imponente ante aquellos ojos intrusos era la India , y entendiendo más
adelante que se trataba de otra geografía inexplorada.
Fue así como entre desatinos
y masacres, además de la discriminación de una cultura genuina, se llevó
adelante un choque dantesco que hasta hace poco no fue sinceramente
escenificado, y que devino en un proceso transculturizador que hasta la fecha
se erige como pilar fundamental de la idiosincrasia americana.
Es ahora, luego de 517
años, cuando el autodescubrimiento adquiere verdadera dimensión humana y se
produce, al menos en Venezuela, desde adentro hacia fuera y no al revés.
Entendiéndonos
como un todo
En nuestro país no se puede
entender la diversidad cultural ni lo pluriétnico desde una perspectiva que
coloque a los indígenas versus el resto de los venezolanos, porque eso apoya la
diferencia entre estas poblaciones originarias y las que no lo son.
En Venezuela, desde el 10
de octubre de 2002, por Decreto Presidencial Número 2.028, se conmemora el 12
de octubre de cada año el Día de la Resistencia Indígena
y no el Día de la Raza.
El análisis histórico del
12 de octubre demuestra que no se trata de ninguna festividad. Podría
significar una celebración para los europeos, a quienes la llegada a América
les permitió conseguir productos que no conocían como la papa y el tomate, que
ahora son universales.
En América también hallaron
espacio para su excedente de población marginal, lo cual se tradujo en un
desahogo demográfico. A Venezuela no vinieron la nobleza ni la realeza
española, sino excluidos y pobres. Aquel “descubrimiento” significó también una
posibilidad inmensa de acumulación de capital que fue la base de desarrollo de
la industria en Europa.
Vino luego la
independencia, un proyecto republicano. Los indígenas permanecieron excluidos,
los negros también, los pobres seguían existiendo y se reinstalaron lo que
fueron los antiguos mantuanos, grupo elitesco que gobernó en Venezuela y al que
siempre le interesó enaltecer una fecha que reivindicaba un tipo de pensamiento
neocolonial que celebraba lo exitoso de Europa frente a la masacre de nuestros
pueblos originarios.
Pensar en el 12 de octubre
de 1492 como único cimiento del mestizaje que hoy nos identifica como
individuos completamente híbridos constituye un gran error. Si bien el origen
de la fusión entre razas sí puede ubicarse en esta fecha, nuevos elementos se
han sumado a esta receta multisápida que resulta en nosotros, los ciudadanos
del siglo XXI, con mucho de todo lo que ha pisado este suelo.
Hay que considerar la
corriente de migración a raíz de la Segunda Guerra Mundial. La venezolanidad que
tenemos hoy se construyó en gran medida a mediados del siglo pasado, cuando
aparece una cantidad importante de inmigrantes que empiezan a hacer del país
territorio donde converge una multiplicidad de culturas.
El arraigo indio y la
llegada de los africanos hace 500 años son elementos que no se pueden dejar de
lado; no obstante, es preciso tomar en cuenta el componente de la migración
europea, además de la segunda oleada, esta vez de suramericanos, producto de la
inestabilidad política que tuvo lugar en países como Argentina, Chile, Perú y
República Dominicana.
En consecuencia, el
venezolano es flexible, recibe particularidades de otras culturas, las
incorpora y las hace suyas. Tenemos lo indígena, lo negro y lo blanco y es muy
difícil desligar una raza de otra en el producto final que hoy somos. Hay
individuos que muestran rasgos más claros pero, en la generalidad, se pierden
estas diferenciaciones.
Y es que el gran sustrato
venezolano tiene una herencia europea que le es inherente pero también
elementos indígenas originarios: rasgos fenotípicos, la forma de ordenación
familiar y el esoterismo que convive con el carácter dogmático y religioso
constituyen parte del follaje del milenario árbol genealógico que nos incluye a
todos.
El
reflejo de miles en un mismo espejo, Venezuela es un país de muchos
atractivos, lo que atrajo grandes migraciones y propició la existencia de
muchas colonias extranjeras, elemento que, aunado al mestizaje que inició aquel
12 de octubre, constituye la herencia cultural y fisonómica que hoy por hoy
continúa fusionándose para dar lugar a lo que somos.
En este momento cuando
nuestra herencia ancestral, ignorada y negada mediante un esfuerzo sostenido
por imponer una “civilización” teñida en sangre, se sacude el polvo que la ha
cubierto por años de silencio y se reivindica la resistencia de los pueblos indígenas,
celadores de su legado, y se revaloriza el legado africano presente a lo largo
y ancho del territorio nacional.
Recopilado Por: Marlene Dos Santos
Fuente: De la Resistencia
Indígena al autodescubrimiento Ciudadano-luzmarmundial - http://www.radiomundial.com.ve/yvke/noticia.php?34072
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