OPINIÓN NUMA MOLINA
.
Paulatinamente la carcoma mediática ha ido minando con antivalores la
familia, la comunidad, la escuela, la iglesia y así todos los ambientes.
Sin caer en añoranzas pero vale mencionar que antes los espacios
sociales para inculcar valores eran la familia, la escuela y la iglesia.
Lo que aprendías en la familia te lo repetían en la escuela y el
domingo el cura lo remarcaba en la iglesia. Hoy los espacios sociales se
han dilatado hasta el infinito y con ellos la difusión de antivalores.
Ahora, ¿qué es un antivalor? Es lo
opuesto a las conductas positivas y virtuosas del ser humano que llevan a
la vida en plenitud. Pero hay algo muy grave y escondido en los
antivalores. Como estos generan riqueza al mundo del capital, los
disfrazan de bondad y los convierten en necesidades en las mentes de la
población, en otras palabras, nos los venden como un valor. ¿Cuál es
entonces la consecuencia? Que mientras en la familia y en la escuela y
en ciberespacio hemos descuidado la enseñanza de valores para la vida,
la industria de la publicidad no descansa en la siembra de valores para
la muerte (antivalores).
Si pudiéramos hacer un ejercicio de
imaginación para entrar en el corazón de muchas y muchos de nuestros
jóvenes nos encontraríamos con territorios afectivos colonizados, llenos
de grandes vallas de las industrias trasnacionales de teléfonos, de
vestido, calzado, de comida chatarra, etc. Industrias instaladas en lo
íntimo que gobiernan la vida de la gente. Eso ha sido introyectado como
un “valor”. No le hemos enseñado al niño en la familia que la VIDA es un
valor pero la industria publicitaria si le enseñó que un tipo de
teléfono es un valor, por eso el joven termina quitándole la vida a
alguien con tal de robarle el teléfono y no siente ningún remordimiento
de conciencia, porque para él ese objeto es un valor mas no la vida que
quitó a la persona. La perversidad de una sociedad capitalista se lo
enseñó así, mientras que nadie le inculcó la vida como un valor.
Es urgente en esta lucha contra la
violencia, anidada desde hace décadas, que la enseñanza de valores se
convierta en un eje transversal de nuestra educación; que comience por
la familia y se continúe en la escuela desde el preescolar hasta
nuestras universidades, ¿será mucho pedir? Creo que no, pues cuando
pienso en esta lucha por la paz y la vida que todas y todos hemos
emprendido, cualquier esfuerzo que se haga es pequeño comparado con la
felicidad colectiva de vivir sin violencia.
RESPETO EN LA CONVIVENCIA
Olvidamos fácilmente que no vivimos
solos y que mis derechos terminan donde comienzan los derechos del
vecino. Por ejemplo: mi derecho de escuchar música termina donde
comienza el derecho de mi vecino o vecina a descansar en paz de la
jornada de trabajo. Ese es un valor que debemos cultivar siempre y se
llama respeto.
La convivencia en las nuevas ciudades
socialistas constituye también un tema fundamental al que todas y todos
nos debemos abocar, si no lo hacemos, dentro de poco también serán
ciudades capitalistas donde cada uno vive egoístamente sin importarle la
conservación y el mantenimiento de los espacios comunes, porque los
espacios comunes son de la comunidad y cada habitante es corresponsable
de cuidar lo que es de todos. Ya seguiremos hablando de este tema con
mayor profundidad en domingos venideros.
EFICIENCIA O NADA
¿A
quién corresponderá el deber de solucionar la contaminación por
gasolina que soportan día y noche las cuarenta familias del edificio
Royal en Quinta Crespo? El edificio está ubicado en las adyacencias de
la bomba. ¿Qué intereses hay de por medio para que no se escuche el
clamor tan justo de un colectivo que está siendo intoxicado día y noche
por el olor a gasolina? ¿En el inmenso universo que es PDVSA a qué
dirección le corresponde dar respuesta?
MAS APERTURA DEL SIBCI PARA EL SEGUIMIENTO A LA EFICIENCIA
Nuestras comunidades necesitan espacios
para el reclamo en los medios pertenecientes al Sistema Bolivariano de
Comunicación e Información (SiBCI). Si el pueblo no tiene la posibilidad
de denunciar la ineficiencia, será presa fácil de otros medios que no
buscan precisamente el bien común sino ganar espacios como actores
políticos de un partido. Esta política fue un mandato del comandante
Chávez y cómo ha costado para que lo ejecuten.
LA INVISIBILIZACIÓN DE LAS VÍCTIMAS
Me quedo sorprendido ante el silencio
cómplice de algunos medios que, deliberadamente, han invisibilizado los
muertos de los días siguientes a las elecciones del 14A, eran 9 hermanos
y hermanas nuestros venezolanos, más de 60 heridos y varias decenas de
Centros de Diagnóstico Integral afectados por actos vandálicos. No puede
ser que nuestra ética periodística llegue al colmo de ignorar una vida
que se pierde y el asedio a las comunidades humildes a cambio de tapar
sin pudor los intereses mezquinos de los propietarios de los medios. Una
vida es una vida y si en algo nos debemos al pueblo es en ofrecerle la
información oportuna y veraz cuando de defender su integridad se trata,
en cristiano la omisión es un pecado grave y mas aun cuando el pecado
que se oculta tiene que ver con la vida malograda de víctimas cuya única
culpa era la de pensar distinto.
UNA GOTA DE EVANGELIO
“La paz les dejo, mi paz les doy. No se
la doy como la da el mundo” Extraña paz la que nos encomendó Jesús.
Inicialmente, cuando proclamó las bienaventuranzas en lo que conocemos
como “el sermón del monte”, nos había dicho en la séptima
bienaventuranza de Mateo “felices los que trabajan por la paz porque se
llamarán hijos de Dios” es decir, serán parecidos al Padre, y es que la
paz de Jesús es la que procede de su Padre, una paz que acontece como
consecuencia de que haya justicia, es el “Shalom” judío que en su
etimología más original significa mucho más que una simple ausencia de
conflicto. En tiempos de Jesús la paz en la que vivía su pueblo era la
“pax” romana que se alcanzaba con soldados y armamento, era una paz
producto de la represión pero los pobres, los leprosos, las viudas y los
huérfanos, las mujeres y los niños seguían estando allí, las
injusticias eran invisibilizadas mediante un sistema que aparentaba paz.
Por eso Jesús nos dice que su paz es un volver al equilibrio, a la
igualdad de oportunidades, a la justicia y cuando eso suceda entonces
acontecerá la paz genuina que Él nos propone.
La paz que nos enseña Jesús “no es como
la da el mundo”, es decir como la paz que da la hegemonía del mundo
romano conocido, que lo envolvía todo en complicidad con una elite
religiosa judía que vivía cómodamente. La paz verdadera llega por
ejemplo cuando en el día sábado, tan consagrado al culto por los judíos,
el ser humano valga más que el culto porque “el sábado se hizo para el
hombre y no el hombre para el sábado”. Ahora que se habla tanto de
construir la paz y estamos empeñados en un movimiento por la paz y la
vida, bueno es que nos preguntemos ¿de qué paz hablamos? Nos interesa
como país la paz cristiana, una paz que será plena y genuina cuando sea
producto de la justicia, cuando ya no se excluya al hermano por su
color, por su creencia, por su ideología o por su clase social. Cuando
miramos la enseñanza de Jesús en esta perspectiva entonces quizá podamos
entender lo doloroso de los procesos de paz en América Latina durante
las dictaduras mas o menos recientes. Había una ausencia total de
justicia.
No obstante los esfuerzos de nuestros
pueblos por su auténtica liberación, el continente aun sigue siendo
desigual. Y no solo eso, sino que nos acostumbramos a que es así. Nos
habíamos acostumbrado a ver las montañas de pobreza en nuestra gran
Caracas al punto de que ya ni nos impactaban, ahí estaba el pobre frente
a los indiferentes que disfrutaban de todo. El hambre y las
desnutrición había llegado a tal escándalo que hasta bajaron un 27 de
febrero sin organización y sin nada, y se impuso en aquellos días la
mismísima “pax” romana con la que no comulga Jesús, la paz sin justicia
que tan poco tiempo duró.
Cuántas veces hemos ofrecido al mundo en
nombre de Cristo una paz adulterada que no tiene nada que ver con la
paz que Él nos dejó como tarea a sus seguidores y seguidoras. Paz en
cristiano no es la mera ausencia de conflicto. En nuestro caso es la
apuesta por la dignificación de la familia, es la decisión insoslayable
por una educación con valores. Es la inclusión de nuestros jóvenes en la
educación, en el trabajo bien remunerado, en la vivienda, en la salud.
Es la lucha implacable contra el narcotráfico. Ahora entendemos entonces
que, como dijo Pedro Casaldáliga, “la paz cristiana es una paz que no
nos deja en paz”, es decir, que no nos deja tranquilos, instalados,
instaladas.
05/05/13.-
ILUSTRACIÓN ETTEN CARVALLO
No hay comentarios:
Publicar un comentario