Alimentos para el Alma

"No es la superficie lo que debemos cambiar, es el hombre, comencemos por nosotros mismos dando ejemplo, de que estamos impregnados de la nueva idea"

Hugo Rafael Chávez Frías

jueves, 9 de mayo de 2013

ALZADOS EN ALMAS/ Democracia, pensamiento y propaganda (II)


FREDDY ÑÁÑEZ

1 Todo sujeto o fuerza política que se decida por la democracia, en el sentido raigal del término, no sólo acepta las reglas del juego sino que es su deber comprometerse con los principios que le dan sentido. Quien elige —lo dije en la pasada entrega— es responsable de las consecuencias de su elección, por lo tanto su voto es un ejercicio libre que no se agota en sí mismo: su fin es consolidar una verdad común. A su vez, quienes se postulan como opción tienen que ser veraces en sus propuestas. Insistimos en que este carácter poliético, lejos de ser una utopía, es en concreto la esencia misma de la democracia y todo lo que esté en sus márgenes simplemente merecería otro nombre. La democracia no busca otra cosa que la construcción de un saber y un interés con el cual se pueda superar lo que se ha vuelto coyunturalmente irreconciliable. Su motivación es el bien común. Si uno de estos postulados se falsifica, entonces el principio de elección es imposible y la idea democrática está destinada a la frustración.

2 ¿Pueden los intereses privados subordinarse a los principios de la sociabilidad, es decir, a la construcción de una verdad y un interés común? A esta dificultad se ha enfrentado la razón democrática desde su nacimiento en Grecia. Deformada por los intereses del poder fáctico, las repúblicas resultantes han sido una trampa a favor del poder privado y para detrimento de la utopía de las sociedades de iguales. El liberalismo encontró dentro de la modernidad un axioma para clausurar estos debates: “Los principios son arcaicos, luego el único principio vigente es que no hay principios”. Europa y Norteamérica, por poner dos ejemplos, experimentan una democracia sin valores democráticos, “de baja intensidad” para decirlo con Boaventura Santos. Mecanismos de legitimación del poder a través no del voto, sino de la propaganda. Lo que ha sustituido los principios es el ideal de la oportunidad donde se relativizan las reglas y se justifican los hechos. No se trata de la construcción de una verdad común, sino de la anulación de esta posibilidad mediante la sustitución del pensamiento por medio de la opinión pública.

3 El agente más poderoso de las democracias de baja intensidad es la opinión pública. Por supuesto que no se trata de la expresión consciente de nuestros saberes hecha cuerpo, ni mucho menos el derecho a ello, por el contrario, la llamada opinión pública existe como institucionalización del pensamiento conformista. Por sí misma funciona como regulador moral. Lo que esté fuera o contra la opinión pública se devalúa, no es moderno. Veámoslo más de cerca: mientras las fuerzas socialistas participaron con una campaña de ideas ante a los conflictos y desafíos del país, produciendo algunas verdades en torno a la violencia, la vivienda, la economía; la ultraderecha se mantuvo lejos de las propuestas centrando su propaganda en los arteros ataques psicológicos, descalificando al contrincante, exacerbando el miedo, la rabia. Apostaron básicamente a la destrucción de la razón democrática para invocar el sentimiento de venganza. Esta fórmula llevó al poder a Hitler. De allí que la victoria de Nicolás Maduro sea una victoria superlativa: representa a la vez la esperanza de la Revolución y la democracia.
Ciudadccs

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