En el Monte Sacro, en Roma, Italia
Un 15 de agosto de 1803 (hace 210 años), un joven venezolano,
de apenas 22 años, llamado Simón Bolívar, dirige sus pasos hacia el
Monte Sacro en Roma, Italia, acompañado por su maestro e ideólogo de la independencia de América, Simón Rodríguez.
En este lugar de la vieja Europa hizo su juramento de liberar a
Venezuela de las cadenas impuestas por la Corona española a su tierra
natal.
Bolívar, una vez alcanzada la cima, observa a su alrededor el paisaje que le rodea y las construcciones que aún subsisten de la época antigua del glorioso pueblo romano, y en ese momento, rodeado por sus inseparables amigos expresa con firmeza el siguiente juramento: "¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!".
Este compromiso sería hecho realidad cuando el 24 de junio de 1821 derrota al poderoso ejército español en el Campo de Carabobo, sellando la independencia de Venezuela y consolidando la libertad de su pueblo de toda cadena extranjera.
A continuación el texto completo del juramento realizado por Simón Bolívar en tierra romana:
"¿Conque este es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los
Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de
Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las
miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pública
para ocultar la suspicacia de su carácter y sus arrebatos sanguinarios;
Bruto clava el puñal en el corazón de su protector para reemplazar la
tiranía de César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su
gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de
reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la
noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la
concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por
un Trajano cien Calígulas y por un Vespasiano cien Claudios.
Este pueblo ha dado para todo; severidad para los viejos tiempos;
austeridad para la República; depravación para los Emperadores;
catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero;
ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales
tributarios; oradores para conmover, como Cicerón; poetas para seducir
con su canto, como Virgilio; satíricos, como Juvenal y Lucrecio;
filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como Catón.
Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad:
Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores,
naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces,
sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero
para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las
preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la
perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada.
La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas
sus fases, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver
el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido
desconocido y que el despojo de esa misteriosa incógnita no ha de
verificarse sino en el Nuevo Mundo.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por
ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a
mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos
oprimen por voluntad del poder español!".
yvke
No hay comentarios:
Publicar un comentario