OPINIÓN
DILIA CECILIA ARDILA RIVERO
Parece ser una tradición
inquebrantable de los medios de difusión privados difamar y vilipendiar a los
grandes referentes de la Revolución que han impreso en la historia del mundo un
legado emancipador y altruista.
Sin embargo, la labor
repugnante de tiznar la reputación eximia de aquellos hombres y mujeres, que
han dedicado sus vidas a luchar por las causas más nobles y justas, en la
búsqueda ineludible del rescate de la condición humana, carece de credibilidad
ante los pueblos del orbe que despertaron sus conciencias para siempre.
ATAQUES
INCESANTES
A pesar de que Carlos Marx y
Hugo Chávez fueron grandes ideólogos que vivieron diferentes épocas y
realidades históricas, ambos fueron víctimas de satanizaciones por parte de sus
detractores que aplicaron las estratagemas más malévolas de sus épocas. Ejemplo
de ello fue el intento de inocular en la población los prejuicios cognitivos,
que consisten en distorsionar la manera en la que los humanos perciben la
realidad.
Prejuicios cognitivos como
el efecto diablo o en inglés devil effect, que consiste en demonizar
características específicas de una persona, producto de una impresión general
negativa sobre esta, fueron las artimañas que utilizó el fascismo para intentar
desprestigiar y desdeñar esas luchas a favor de todos los pueblos que son
explotados y oprimidos.
No obstante, esos intentos
fueron en vano, tanto Carlos Marx como Hugo Chávez son recordados por millones
de personas como dos hombres, que ni en los últimos momentos de sus vidas
dejaron de luchar contra su principal enemigo: el Capitalismo.
La burguesía internacional,
quien ha reído y festejado la lamentable muerte de estos venerables personajes,
vivirá por siempre con la temible frustración de no haber podido exterminar sus
legados, que continúan recorriendo los rincones más inhóspitos de las latitudes
de nuestro planeta.
SUS
VIDAS
Luego de tres días de haber
fallecido Marx, el 17 de marzo de 1883, su gran compañero de lucha, Federico
Engels, declamó un inolvidable discurso ante su tumba, y entre sus maravillosas
palabras que describieron la obra y vida del padre del comunismo aseguró que
“muy pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura
gigantesca (…) La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad
y un éxito como pocos.(…)Por eso, Marx era el hombre más odiado y más
calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los
republicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los
ultrademócratas, competían por lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba
todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; sólo
contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado,
querido, llorado por millones de obreros de la causa revolucionaria, como él”.
Cualquier parecido de la
descripción que hizo Engels sobre Marx con la vida de Hugo Chávez, es mucho más
que una casualidad. Efectivamente, después de más de un siglo, aún sentimos el
vacío que nos dejó la desaparición física de “Mohr” (apodo de Marx utilizado
por sus familiares y amigos íntimos) pero también, hoy un profundo vacío
embarga a Venezuela y el mundo por la muerte de nuestro Comandante Eterno.
Chávez también fue el hombre
más calumniado de su tiempo por la burguesía y la oligarquía rancia de nuestros
país, y sabiamente como hizo el gran revolucionario alemán, jamás le dio
importancia a la mayoría de los insultos putrefactos, que sólo podían ser
inventados por quienes le adversaron.
Y así falleció: venerado,
querido y llorado por millones de personas que compartimos su ideal
admirablemente revolucionario.
En el libro Marx, Engels y
la condición humana, del escritor y activista político cubano Armando Hart, se
incluyen algunas notas dispersas de Eleanor Marx, hija del brillante autor de
El Capital, en las que describe la verdadera personalidad de su padre, y
desmiente muchos de los rumores que consideró leyendas divertidas.
“Muchas historias se han
contado sobre Carlos Marx (…) Pero, después de todo, para los que conocieron a
Carlos Marx, ninguna leyenda es más divertida que esa muy difundida que lo
pinta como un hombre moroso, amargado, inflexible, inabordable, una especie de
Júpiter Tonante, lanzando siempre truenos, incapaz de una sonrisa, aposentado
indiferente y solitario en el Olimpo. Este retrato del ser más alegre y
jubiloso que haya existido, de un hombre rebosante de buen humor, cuya cálida
risa era contagiosa e irresistible, del más bondadoso, gentil, generoso de los
compañeros, es algo que no deja de sorprender —y divertir— a quienes lo
conocieron”.
“Pero era en su relación con
los niños donde Marx era quizás más encantador. No ha habido compañero de
juegos más agradable para los niños (…) El amargado Júpiter Tonante no pasa de
ser una imaginación burguesa”.
Gracias a sus allegados,
amigos y familiares, el mundo entero pudo conocer la verdadera cara de aquel
ser que muchas veces fue tildado de “comunista come niños”, irrisoriamente,
eran los niños los que más se acercaban a Marx, como lo dijo su hija Eleanor.
Y es que aparentemente los
niños tienen el increíble don de detectar los corazones puros, pues ya
volviendo a nuestros tiempos, siempre fue admirada y hasta envidiada esa
conexión que lograba Chávez con los infantes. Durante sus experiencias contadas
y actividades públicas tan espontáneas con ellos, sólo se respiraba amor en el
ambiente.
María Gabriela Chávez, hija
del segundo libertador de Venezuela, dedicó conmovedoras palabras a su padre
durante su funeral de Estado, que reflejan parte importante de su vida
personal: “Tu alma es tan infinitamente inmensa que ese cuerpo te quedó pequeño
y sencillamente tuviste que volar y ser libre. Te lo dije viéndote a los ojos
pocos días antes de tu partida, eres un gigante (…) Gracias por tanto amor de
padre, gracias por tu constante ejemplo, gracias por tu risa, gracias por tu
llanto, gracias por tus canciones, gracias por tus bailes, gracias por tantas
alegrías, gracias por tu absoluta y eterna entrega, pero, sobre todo, gracias,
Comandante por devolvernos la Patria”.
¿Parece esta descripción la
de un dictador, como dice la prensa internacional de derecha? Sencillamente:
¡No!
El amor siempre fue la
fuente de inspiración de todas sus acciones. Estas breves descripciones han
mostrado parte del Marx y Chávez padre, esposo y amigo. Ciertamente, como dijo
Ernesto Che Guevara “…el revolucionario verdadero está guiado por grandes
sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin
esta cualidad”.
Gracias a ambos por amarnos
infinitamente y entregar sus vidas a la causa revolucionaria. No los
defraudaremos y jamás desmayaremos en la lucha que ustedes nos han dado en
herencia. ¡Los pueblos del mundo unidos estamos destinados a vencer!
Las contribuciones de Marx y
Chávez vivirán a través de los siglos, y con ellos su obra.
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