POR ILDEGAR GIL
Ese día, un periodista
–durante más de media hora y en la presentación de un libro suyo en cuya
portada apareces sonriendo– te mencionó no sé cuántas veces. Halagando tu
dicción, tu inteligencia, tu sabiduría, tu capacidad para escuchar, tu “voz
gutural” y tu valentía, se ganaba la audiencia que lógicamente aplaudía sus
elogios hacia ti. Hasta respeto, diría yo, sintieron quienes lo atendían cuando
audazmente admitió que alguna vez fue crítico tuyo.
El ciudadano en cuestión,
Glorioso Comandante Eterno, ¡estuvo en Miraflores el 12 de abril de 2002!, y no
precisamente haciendo de reportero, Mi Comandante. Estaba, casi que en primera
línea, aplaudiendo tu derrocamiento, la abolición de las instituciones, la
eliminación de la Constitución aprobada por tu pueblo, la juramentación
fraudulenta de Pedro Carmona y tal vez la masacre que por entonces se cometía
contra quienes ya no están porque cayeron bajo las hordas que apadrinaban aquel
golpe de Estado.
Comandante, el pasado martes
la indignación me obligó, públicamente y junto a otro compatriota, a despojarlo
de la careta que muy bien sostuvo durante esos treinta minutos. Refrescamos sus
“extraviados” recuerdos de hace once años y en lo particular reconocí ante los
asistentes el gesto que tuvo al pedir perdón al pueblo. Pero le exigí, recia y
resueltamente, que supiera entender la indomable furia que nos asalta cuando
gente como él cabalga sobre tu memoria para obtener barata notoriedad luego de
haberte lanzado a la arena de la muerte.
Si tú te enfrentaste al
imperio y sus bastardos ejecutantes para entregar tu vida por nosotros, ¿cómo
tolerar semejante ofensa a tu legado? ¡Jamás!
Lo hice por un pueblo,
Comandante; por la Patria; por mis hijos, por ti. Lo hice ahora y lo haré por
siempre. Te lo juro.
¡Chávez vive…la lucha sigue!
CiudadCCS
CiudadCCS
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